Cuento para grandes y pequeños
Últimamente no paro de recibir e-mails, cadenas, ..Se supone que te envían un ángel o que te los envía un ángel, el ángel de la guarda o algo así. Independientemente de si lo quieres creer o no, me hace pensar en si verdaderamente tenemos o no un ángel de esas características.
De lo que si tengo certeza es de que a veces apartamos a ese supuesto “ángel”, o a tu “Pepito grillo” personal, esa vocecilla de la conciencia, que a veces te habla para decirte lo que esta bien o lo que esta mal, o que a veces te encuentra el camino mas correcto por donde tienes que ir.
Yo sé que lo tengo, y que me ha estado acompañando durante mis 29 años, pero muchas veces lo he enviado de vacaciones o él me ha enviado a mí a freír espárragos.
Sé que la convivencia conmigo es difícil, pero mi Pepito Grillo se caracteriza por tener la paciencia de un santo, no se achica por nada, si vale, hemos tenido nuestras discusiones, eso pasa hasta en las mejores familias dicen, y ahora me doy cuenta de que no he sido una buena compañera.
He intentado darle la carta de despido, darle de baja de la Seguridad Social, e incluso he llegado a hacerle “mobbing”, pero nada.. ni por esas.
Durante años siempre que podía le daba esquinazo, le decía que sí.. que haría lo que me decía pero luego hacia lo que me daba la gana. Lo ponía en ridículo, me burlaba de él, una vez le dije que había encontrado otro Pepito Grillo que lo hacia mejor que él para que se sintiera inútil y me abandonara, pero aún así, él se quedo esperando en un rincón viendo como mi vida iba cayendo en picado, cuesta abajo y sin frenos.
Hasta que me dio un susto de muerte, una noche fui a buscarlo..para llevarle un poco de café y una manta, ya empezaba a hacer frio.. y no lo encontré. Empecé a buscarlo como una desesperada, explore todos los rincones, era muy tarde y se helaban hasta las ratas, empezaba a estar preocupada.
Me asaltaron muchas dudas, y empecé a comprender porque desde hacia tiempo las cosas que me ocurrían no tenían ningún sentido, y actuaba sin pensar. Mi Pepito Grillo se había ido, y no me di cuenta hasta que lo perdí.
Me puse triste, pensaba que se habría ido al paro y que a esas horas andaría haciendo algún curso de Formación Ocupacional.
Me dedique en cuerpo y alma a buscarlo, puse anuncios, investigue por internet, me meti en foros por si alguien me podia ayudar, pero no conseguí nada.
Hasta que un día, no precisamente un día soleado y alegre, apareció ante mi puerta. No me dijo nada, yo tampoco le pregunte, pero de repente supe que tenia que hacer y de que manera. Entendí que durante el resto de mi vida, de vez en cuando, debería escuchar a mi “Pepito Grillo” cuando me hablara, porque por algo es “la voz de mi conciencia”.
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